sábado, 6 de febrero de 2010

HOLA

Yo te animo, tu le animas, el lo anima, nosostros os...
La verdad es, que no se qué somos exactamente. Cuándo acabemos este curso oficialmente seremos Técnic@s en Animación SocioCultural. Es un asunto de palabras y de significados, y a pesar de que nuestras estupendas profesoras nos han enseñado en estos meses, toda la teoría existente sobre la animación sociocultural, el ocio y el tiempo libre, yo tengo mis dudas. La palabra técnica me parece fría, casi de metal, como si le faltara vida. Luego no sé si somos animador@s o provocador@s, porque la diferencia entre animar o provocar es que el provocador es menos objetivo, se moja más, traspasa los límites de la discreción, por ello es más subversivo, incluso puede recurrir a los juegos, puede traspasar la piel y llegar a tocar los sentimientos, y eso involucra a las personas, es íntimo, es menos formal, es mucho más comprometido que animar. Un@ provoca con más implicación, con más pasión, y esto de la pasión es ya meter a los sentimientos en el asunto, porque la pasión es la intensidad que nos otorgan los sentimientos comprometidos en una misión. Para animar hay que saber, pero para provocar hay que querer. No sé si animamos o agitamos, porque nosotros mismos, al ser partícipes de este experimento, nos convertimos en elementos de esta estructura de dinamismo participativo social, y eso nos compromete y nos involucra como si fuéramos parte de algo vivo, algo que constantemente se transforma, y no sé si somos la causa o el resultado de este nuevo dinamismo social. Tampoco sé si animamos a seducimos, porque animar es un verbo que se conjuga desde la objetividad, mientras que seducir es una acción llena de subjetividad. Cuando se anima, se responde a necesidades, a demandas, a expectativas, o a deseos de la otr@ debidamente detectados y ponderados, pero cuando uno seduce al otr@, lo hace para establecer un vínculo y asumiendo el compromiso del cambio en el otr@ a través de él. Es como el proceso de la domesticación en el cuento de Antoine de Saint-Exúpery, cuando el principito domesticó a la zorra, o fue la zorra quien domesticó al principito, pero el caso es que se necesitaron el uno al otro, porque se responsabiliza un@ de aquel al que domestica. Seducir es hacerse responsable del otr@ y creer en sus potencialidades. Seducir implica tener una creencia, creer que dentro de cada de un@ hay un potencial enorme de transformación y de cambio. La diferencia es una cuestión de fe, un@ seduce por el milagro que puede suceder y la fe está del lado de la seducción. Es una prepotencia espiritual, pero cuando seducimos a las personas y a los grupos para mejorar la calidad de vida, los estamos seduciendo porque creemos en ell@s, y porque lo hemos experimentado en nosotr@s mism@s, y les estamos asegurando que el milagro de cambiar y de mejorar es posible. Para seducir además de la teoría y de los conocimientos, hay que tener una dosis grande de pasión, esto es un riesgo, porque no nos limitamos a exponer, nos comprometemos más allá de los hechos, con los sentimientos de las personas y nos involucramos en el proceso de crecimiento personal. Por eso no sé si somos animadores, provocadores o agitadores socioculturales, pero eso ya no importa mucho, lo verdaderamente importante es aceptar el compromiso con el otr@ más allá de todo convencionalismo epidérmico.

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