viernes, 2 de abril de 2010

Círculo de Bloomsbury

La historia de las comunas, donde la propiedad privada se diluye en beneficio de todos, tiene orígenes más remotos de los que pensamos, y probablemente muchos creen que las comunas hippies de los sesentas, son las primeras experiencias de ruptura con los cánones hegemónicos sobre las relaciones sexuales. La tradición judeo-cristiana- islámica está basada en el patriarcado. Que un forma primitiva de que los homínidos machos se sientan seguros de su prole es auténtica, y así se aseguren que tendrán una supremacía genética. Para ello es necesario someter y convencer a la mujer de que tenga una relación de monogamia, para que el macho alpha dominante pueda estar seguro de que macho pueda estar seguro de que sus hijos sólo son suyos. Pero esto no fue siempre así, y hay muchas evidencias en diferentes culturas de que el matriarcado fue una forma de relación social que no se basaba en exclusividades sexuales o reproductivas, cosa que es más natural a nuestros ciclos de celo y de fertilidad. Como homínidos deberíamos reflexionar y diseñar el tipo de sociedad que queremos y no aceptar a ojos cerrados las imposiciones de la tradición religiosa y conservadora, cuyas raíces son fundamentalmente machistas. Si observamos una comunidad como la de los Bonobos, por ejemplo que practica la poligamia y se rigen por el matriarcado, donde hay una elevada calidad de vida de la manada, notaremos que resuelven los conflictos de forma pacífica e incluso erótica, que practican el sexo de una forma creativa y espontánea. En cambio sus primos carnales los Chimpancés, que son monógamos y patriarcales, que son muchos más agresivos y conflictivos, e incluso practican el asesinato en manada. los Chimpancés al revés que los Bonobos y que los humanos, sólo se aparean cuando tienen celo para reproducirse.
Bueno pues hay personas que a lo largo de la historia han demostrado que están en desacuerdo con estas normas sociales, no creen en la monogamia, ni están de acuerdo en que los seres humanos no agrupemos en parejas y que los machos sean los que regulen la vida de la sociedad y de las relaciones sexuales, en función de su preocupación sobre la fidelidad genética. Esas personas no son unos descerebrados pornógrafos, lujuriosos estúpidos y superficiales. Algunos fueron destacados miembros de la sociedad, académicos, investigadores y artistas que brillaron con luz propia, como fue el caso de los miembros del Círculo de Bloomsbury. Con el nombre de Círculo o grupo de Bloomsbury se suele designar a una serie de intelectuales británicos que durante el primer tercio del siglo XX destacaron en el terreno literario, artístico o social. Se designó así tomando el nombre del barrio de Londres que rodea al Museo Británico y donde habitaba la mayor parte de sus integrantes, que comenzó a reunirse en torno a 1907 en casa de la escritora Virginia Stephen (después Virginia Woolf) y de su hermana Vanessa, casada con el crítico de arte Clive Bell. Estos intelectuales eran en su mayor parte miembros de la sociedad secreta denominada los "apóstoles de Cambridge", y muchos de ellos publicaron en la editorial Hogarth Press que crearon Virginia y su marido Leonard Woolf.
Si algo tenía en común un grupo tan heterogéneo, como señala uno de sus miembros, Gerald Brenan en su Memoria personal, era un gran desprecio por la religión, si bien también compartían todos la reacción contra la moral victoriana y el realismo del siglo XIX. Por otra parte, todos se consideraban miembros de una élite intelectual ilustrada, de ideología liberal y humanista, y en su mayoría se habían educado con los mismos profesores en el Trinity College de Cambridge o en el King's College de Londres. Propugnaron especialmente la independencia de criterio y el individualismo esencial.
Integraron el grupo la escritora Virginia Woolf, su esposo, Leonard Sidney Woolf, los filósofos Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein, los críticos de arte Roger Fry y Clive Bell, el economista John Maynard Keynes, el sinólogo Arthur Waley, el escritor Gerald Brenan, el biógrafo Lytton Strachey, el crítico literario Desmond MacCarthy, el novelista y ensayista Edward Morgan Forster, la escritora Katherine Mansfield y los pintores Dora Carrington, Vanessa Bell y Duncan Grant.
En el terreno artístico sustentaron una gran admiración por Paul Gauguin, Vincent Van Gogh y, especialmente, Paul Cézanne, cuyo influjo fue determinante en el caso de Grant y Bell.

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